César Vallejo

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Capitulación

Los heraldos negros

Pienso en tu sexo

España, aparta de mí ese cáliz

Sin título (microrrelato)

    

    CAPITULACIÓN

 

    Anoche, unos abriles granas capitularon

    ante mis mayos desarmados de juventud;

    los marfiles histéricos de su beso me hallaron

    muerto; y en un suspiro de amor los enjaulé.

 

    Espiga extraña, dócil. Sus ojos me asediaron

    una tarde amaranto que dije un canto a sus

    cantos; y anoche, en medio de los brindis, me hablaron

    las dos lenguas de sus senos abrasadas de sed.

 

    Pobre trigueña aquella; pobres sus armas; pobres

    sus velas cremas que iban al tope en las salobres

    espumas de un mar muerto. Vencedora y vencida,

 

    se quedó pensativa y ojerosa y granate.

    Yo me partí de aurora. Y desde aquel combate,

    de noche entran dos sierpes esclavas a mi vida.

 

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    LOS HERALDOS NEGROS

    Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!

    Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,

    la resaca de todo lo sufrido

    se empozara en el alma... ¡Yo no sé!

     Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras

    en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.

    Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;

    o lo heraldos negros que nos manda la Muerte.

     Son las caídas hondas de los Cristos del alma,

    de alguna fe adorable que el Destino blasfema.

    Esos golpes sangrientos son las crepitaciones

    de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

     Y el hombre... Pobre... pobre!  Vuelve los ojos, como

    cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;

    vuelve los ojos locos, y todo lo vivido

    se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

    Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!

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Pienso en tu sexo.
Simplificado el corazón, pienso en tu sexo,
ante el hijar maduro del día.
Palpo el botón de dicha, está en sazón.
Y muere un sentimiento antiguo
degenerado en seso.
Pienso en tu sexo, surco más prolífico
y armonioso que el vientre de la sombra,
aunque la muerte concibe y pare
de Dios mismo.
Oh Conciencia,
pienso, si, en el bruto libre
que goza donde quiere, donde puede.
Oh escándalo de miel de los crepúsculos.
Oh estruendo mudo.
¡Odumodneurtse!

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España, aparta de mí ese caliz

Niños del mundo,

si cae España -digo, es un decir-

si cae

del cielo abajo su antebrazo que asen,

en cabestro, dos láminas terrestres;

niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!

¡qué temprano en el sol lo que os decía!

¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!

¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!

¡Nos del mundo. está

la madre España con su vientre a cuestas:

está nuestra maestra con su férulas;

está madre y maestra,

cruz y madera, porque os dio la altura,

vértigo y división y suma, niños;

está con ella, padres y procesales!

Si cae _digo es un decir_ si cae

España, de la tierra para abajo,

niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!

¡cómo va a castigar el año al mes!

¡cómo van a quedarse en diez los dientes,

en palote el diptongo, la medalla en llanto!

¡Cómo va el corderillo a continuar

atado por la pata al gran tintero!

¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto

hasta la letra en que nació la pena!

 

 

Niños,

hijos de los guerreros, entre tanto,

bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo

la energía entre el reino animal,

las florecillas, los cometas y los hombres.

¡Bajad la voz, que esta

con su rigor, que es grande, sin saber

qué hacer, y está en su mano

la calavera hablando y habla y habla,

la calavera, aquélla de la trenza,

la calavera , aquélla de la vida!

¡Cuídate, España, de tu propia España!

¡Cuídate de la hoz sin el martillo!

¡Cuídate del martillo sin la hoz!

¡Cuídate de la víctima a pesar suyo,

del verdugo a pesar suyo

y del indiferente a pesar suyo!

¡Cuídate del que antes de que cante el gallo,

negárate tres veces!

¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,

y de las tibias sin las calaveras!

¡Cuídate de los nuevos poderosos!

¡Cuídate del que come tus cadáveres,

del que devora muertos a tus vivos!

¡Cuídate del leal ciento por ciento!

¡Cuídate del cielo más acá del aire

y cuídate del aire más allá del cielo!

¡Cuídate de los que te aman!

¡Cuídate de tus héroes!

¡Cuídate de tus muertos!

¡Cuídate de la República!

¡Cuídate del futuro!...

¡Bajad la voz, os digo;

bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto

de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aún

el de las sienes que andan con dos piedras!

¡Bajad el aliento, y si

el antebrazo baja,

si las férulas suenan, si es la noche,

si el cielo cabe en dos limbos terrestres,

si hay ruido en el sonido de las puertas,

si tardo,

si no veis a nadie, si os asustan

los lápices sin punta, si la madre

España cae _digo, es un decir_

salid, niños del mundo; id a buscarla!...

 

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SIN TÍTULO

      Mi madre me ajusta el cuello del abrigo, no porque empieza a nevar, sino para que empiece a nevar.

 

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